Los bienes tangibles, como concepto general, son objetos que se pueden percibir a través de los sentidos. Así, un sello, una escultura o una vivienda son bienes tangibles. En cambio, los derechos de autor asociados a una canción son un bien intangible.
Este concepto general de bienes tangibles, aplicado a la inversión y a los inversores, limita su ámbito. Así, la inversión en bienes tangibles consiste en la compra de objetos físicos no por la utilidad que estos objetos tengan en sí, sino por la posibilidad de que se revaloricen y puedan ser vendidos a un precio mayor.
Siguiendo este criterio, la inversión en inmuebles, la inversión en una flota de vehículos o la inversión en una mina no se consideran inversiones en bienes tangibles (aunque en los tres casos se trate de objetos físicos, que se ven y se tocan). En estos casos la inversión se realiza sobre objetos a los que se puede dar un uso claro con independencia de la posible revalorización futura. En algún caso, como la compra de una flota de vehículos, probablemente no tenga una revalorización sino una depreciación por el uso, siendo este uso el objetivo con el que se hace la inversión.
Ejemplos de bienes tangibles son los sellos, las joyas o las obras de arte, libros antiguos, o el vino.
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La motivación para invertir en bienes tangibles.
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